Por: Nathalie Beghin

Colegiado de Gestión de Inesc

Integrante de la Iniciativa Principios de Derechos Humanos en la Política Fiscal

El 18 de marzo, el gobierno del presidente Luis Inácio Lula da Silva envió al Congreso Nacional de Brasil un proyecto de ley (PL) que pretende, por un lado, reducir la carga tributaria a las personas empobrecidas y, por otro, aumentar los impuestos a las personas con altos ingresos para que el impacto fiscal generado por una medida sea cubierto por la otra. La propuesta es positiva, ya que mejora ligeramente la progresividad de nuestro sistema fiscal, pero sigue estando muy por debajo de lo necesario.

El PL exime del impuesto sobre la renta a quienes ganan hasta R$ 5000 por mes (poco menos de U$ 900) y prevé un descuento fiscal para quienes reciben entre R$ 5000 y R$ 7000. Esta medida afectará directamente a unos 10 millones de personas, de acuerdo con las informaciones del gobierno. Como resultado, según el Ministerio de Hacienda, el 90% de los brasileños que pagan el Impuesto sobre la Renta (más de 90 millones de personas) estarán en el rango de exención total o parcial, y el 65% de los que declaran el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (26 millones de personas) estarán totalmente exentos. El impacto fiscal de esta medida es del orden de R$ 25,8 mil millones (alrededor de US$ 4,5 mil millones), según el Ministerio de Hacienda.

Para financiar la exoneración de la base de la pirámide, el gobierno propone la implementación de un impuesto mínimo para rentas altas, para aquellas personas que ganan más de R$ 50 000 por mes (equivalentes a U$ 8800). El impuesto sería progresivo, comenzando con el 1% hasta llegar al 10% para los ingresos mensuales superiores a R$ 100 000. Para calcular el impuesto, se suman todos los ingresos recibidos en el año, incluidos el salario, los alquileres, los dividendos y otros ingresos. Si esta suma es inferior a R$ 50 000 por mes, no hay cargo adicional. Si supera esta cantidad, se aplica el impuesto mínimo. Hay que tener en cuenta que, a la hora de calcular el importe del impuesto adeudado, se excluyen algunas rentas, como las ganancias del ahorro, los valores exentos, las herencias, la jubilación y la pensión por enfermedad grave, la venta de activos, otras rentas de valores exentos, además de las indemnizaciones.

Otra medida anunciada fue una tasa del 10% para las remesas de dividendos al exterior, pero solo para las personas domiciliadas en el extranjero.

El lado positivo del proyecto de ley es que reduce fuertemente la carga tributaria a las personas empobrecidas, lo que representa un alivio para este grupo de la población que ven comprometidos sus ingresos con bienes y servicios básicos como alimentos, transporte, vivienda y salud, entre otros. Además, la medida, de ser aprobada por el Congreso Nacional, resultará en la inyección de grandes recursos a la economía brasileña a través del aumento del consumo de estas personas, lo que estimulará la producción y el comercio que, a su vez, requerirá nuevas inversiones que promuevan el crecimiento económico y, por lo tanto, fomenten la generación de empleo e ingresos. Al final, un mayor número de brasileños se beneficiará indirectamente de esta medida.

Además, las personas muy ricas que no pagaban impuestos o pagaban muy poco comenzarán a pagar, lo que contribuye a mejorar un poco las desigualdades. Sin embargo, las injusticias persisten, ya que los más ricos siguen pagando proporcionalmente menos de lo que deberían. En Brasil, la concentración del ingreso ha aumentado, especialmente en la parte superior. El investigador del Instituto de Investigación Económica Aplicada (Ipea), Sergio Gobetti, demuestra que los más ricos se hacen cada vez más ricos y una de las razones de esto es nuestro sistema tributario extremadamente generoso con ellos: según Gobetti, en promedio, el ingreso de la élite, del 0,01%, creció en términos reales un 31,4% entre 2017 y 2022, mientras que entre los más pobres (y la clase media) fue solo del 1,5% en promedio. Se observa que no se trata de una concentración del ingreso, sino de un aumento significativo, ya que el ingreso de la base de la pirámide (el 95% de la población adulta, de hecho) se mantuvo semiestancado en términos reales, mientras que el de los más ricos creció significativamente. Esto se debe en gran medida a que una parte sustancial de los ingresos de los muy ricos no está sujeta a impuestos. Por lo tanto, existe una necesidad urgente de una tributación progresiva en la cima de la pirámide, que, en términos nominales, podría alcanzar el 50%, como es el caso de los países desarrollados (el promedio de la OCDE es del 44,6%). No debería haber un impuesto mínimo para las personas muy ricas. Deben pagar el impuesto máximo.

Cabe destacar que la propuesta del gobierno de Lula para reformar el impuesto sobre la renta contribuye a la realización progresiva de los derechos humanos, pues hace que el sistema sea un poco más progresivo y exime de impuestos a quienes más ingresos necesitan para satisfacer sus necesidades básicas. Sin embargo, no cumple con un principio fundamental, que es la máxima movilización de los recursos disponibles. Era posible y necesario aumentar la carga tributaria en la cúspide de la pirámide aún más, no solo para pagar la exención, sino también para movilizar recursos presupuestarios adicionales para financiar las políticas públicas.

La propuesta será considerada por un Congreso conservador, compuesto en su mayoría por hombres blancos y ricos, portavoces de las élites, profundamente reacios a cualquier pérdida de privilegios. Corresponderá a las organizaciones y movimientos sociales presionar a los parlamentarios, poniendo en evidencia las profundas, y perversas injusticias y distorsiones de nuestro sistema tributario. Es una lucha desigual y difícil, pero necesaria.